Cuenta la leyenda, que mientras un guerrero Toledano forjaba una espada, se le ocurrió atravesar con la espada, al rojo vivo a un prisionero. Cuando la hoja de la espada hizo contacto con la sangre, se templó repentinamente, el resultado fue tan satisfactorio que pensaron que la fuerza del prisionero se había transferido a la espada.
Continuaron haciéndolo de esta manera, cuando se acabaron los prisioneros, lo hicieron con los cerdos, cuando se acabaron los cerdos, pensaron en que debe haber otra manera de hacer lo mismo.
Comenzaron a ensayar introduciendo las espadas en agua o en aceite, y en combinaciones de ambas.
Hasta que lograron llegar a la calidad de las espadas de Toledo que se hicieron famosas en toda Europa.
Y tú qué opinas ¿leyenda o realidad?
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